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Cómo superar el síndrome postvacacional

El periodo de vacaciones es uno de los más esperados. Deseamos hacer aquellas actividades que no concretamos durante el año. Pensamos: “Quiero dormir un poco más, hacer deporte, hacer ejercicio, salir con los amigos, conocer sitios nuevos, compartir el tiempo con la familia, las amistades o con la pareja”. Queremos hacer cosas que nos hagan salir de la rutina y poder, de esta manera, recargar energías para poder afrontar las actividades cotidianas del año.

El síndrome postvacacional, ha sido descrito como un conjunto de síntomas que se dan al regreso de las vacaciones, al volver al trabajo o al retomar los estudios. Entre estos síntomas se encuentran generalmente debilidad generalizada, somnolencia, desmotivación, desidia y hastío, dificultades para concentrarse, para organizarse y tomar decisiones, irritabilidad, tristeza y, en algunos casos, insomnio.

El conocido síndrome postvacacional, más que considerarse una patología, es más bien una respuesta normal del ser humano a un cambio en las rutinas y, probablemente, no es más que un resultado y un síntoma del estilo de vida actual, basado en la competitividad, el afán de éxito, el consumo excesivo y la búsqueda permanente del placer.

Durante el tiempo de vacaciones nos liberamos de los horarios y las faenas propias del trabajo, el colegio, la casa, la universidad o el instituto. Nos despertamos y dormimos en horarios más libres y amplios, realizamos actividades diferentes y más placenteras, nos desconectamos de las responsabilidades propias de nuestra actividad y nos centramos únicamente en disfrutar. Es por eso que volver a la rutina del resto del año puede parecer incómodo, difícil, e incluso algo desagradable. Sin embargo, los síntomas descritos anteriormente son sólo parte de un período de adaptación, pues claramente hay una resistencia normal a volver a la rutina.

Hay que tener en cuenta  que, cuando se trata de un rechazo demasiado acentuado a volver a la rutina, es necesario cuestionar el estilo de vida que estamos llevando. En ese caso, probablemente debemos replantear si lo que estamos haciendo nos gusta, si preferiríamos estar en otro lugar o realizando otras tareas y comenzar a ver las posibilidades de cambiarnos de empleo o modificar nuestra actitud.

Estos síntomas por si mismos difícilmente llevan a las personas a desarrollar una depresión. Para que esto ocurra, debe haber una vulnerabilidad ya existente con anteriorioridad que tenga relación con temas personales y probablemente laborales.

Es conveniente remarcar que el trabajo y el estudio también deben ser fuente de satisfacción, y por consiguiente, no resulta sano que pasemos la mitad del año pensando en ir de vacaciones y la otra mitad quejándonos porque se terminaron. Esto nos lleva a vivir con nuestros pensamientos adheridos al pasado u orientados hacia el futuro, dejando de tener conciencia y disfrutar del momento presente, que es, en definitiva, el único momento en el que realmente se vive.

El reto es hacer de nuestro día a día un disfrute. Comenzar a poner atención en aquellos hábitos o rutinas que están siendo poco sanas o desagradables e intentar cambiarlas o compensarlas a través de cosas que por sencillas que parezcan, pueden añadir más bienestar a nuestra vida diaria. Como por ejemplo, caminar hacia o desde el trabajo por un lugar bonito, descansar entre tareas tomando una infusión, por ejemplo un té verde, escuchar música que nos relaje, practicar deporte o algún tipo de actividad física todos los días, poner especial atención en conseguir descansar correctamente por las noches o simplemente cerrando por un instante los ojos y concentrándonos en respirar. También es bueno estirar el cuerpo cada cierto tiempo, charlar un rato con alguna persona en el trabajo cuya compañía sea amena, ponernos metas interesantes, planear cosas nuevas para el período que se inicia, etc.

La clave de cómo superar el síndrome postvacacional es hacer que la adaptación a la rutina sea paulatina y volver a habituarnos nuevamente a los ritmos de sueño y comida.

Otra decisión conveniente puede ser mantener ciertas actividades o aficiones que se hayan iniciado durante las vacaciones y que sea posible realizar también durante el año. Es bueno, además, planificar actividades divertidas, que se encuentren dentro de nuestras posibilidades para los fines de semana.

En el trabajo y en el lugar de estudio es útil mantener una actitud positiva, recordando por qué lo estamos haciendo y para qué sirve lo que hacemos. Recuerda que cambiar los pensamientos negativos por pensamientos positivos puede resultar una gran ayuda. También es importante tener conciencia de que si estamos en el lugar que nos encontramos y realizamos tal o cual ocupación es porque, por una razón u otra lo hemos elegido así. No es correcto ni saludable pensar en que “es lo que me ha tocado” o “no tengo otra opción”, ya que siempre hay alternativas. De esta manera nos estamos responsabilizando por nuestras decisiones y dejamos de quejarnos del destino o la mala suerte, asumiendo el control de nuestras vidas y viéndonos de un modo más positivo y esperanzador para en definitiva, conseguir ser felices.