Algunos de estos hábitos son:
- La queja crónica: lloriquear continuamente solamente hace que se pierda el tiempo y la energía. Si nos pasamos todo el tiempo quejándonos, no estamos haciendo nada para solucionar los problemas.
- Dejar que los demás nos juzguen: reaccionar a la adulación, a la manipulación o a la culpa, tratando de estar a la altura de las expectativas de los demás en lugar de a las nuestras.
- Resentimiento: dejar que los comportamientos dañinos de otras personas invadan nuestra conciencia. Sentirse herido y decepcionado es normal, pero recrearse e insistir llevando a cabo actos para hacer daño solamente terminan lesionando a uno mismo.
- Rumiación: llenar nuestros cerebros con infinitas preocupaciones, dando vueltas y vueltas en un sinfín de escenarios de "los peores casos" pero sin hacer nada al respecto.
- Culpar a los demás: si es "su culpa", y nos vemos a nosotros mismos como víctimas, entonces "ellos" tienen el control.
¿Alguno de estos hábitos te resulta familiar? Todos ellos implican un locus de control (LOC) externo, una creencia subyacente que implica que el destino o el poder de otras personas es lo que determina nuestras vidas.
Un LOC externo no sólo sabotea nuestro progreso, también es peligroso para nuestra salud. Las investigaciones asocian un LOC externo con la mala salud mental y física, la pasividad, la ansiedad, la depresión y la indefensión aprendida.
El sentido de autoeficacia, la creencia en nuestra capacidad para ejercer el control personal y dar forma a nuestro porvenir, es un punto clave capaz de marcar una gran diferencia en nuestras vidas. Nuestro nivel de autoeficacia determina la cantidad de esfuerzo que hacemos para alcanzar nuestros objetivos, cuánto tiempo perseveramos, lo bien que lidiamos con los obstáculos, y nivel de logro que obtenemos.
Así que si estás a punto de volver a caer en quejas crónicas u otros hábitos improductivos, detente y cambia tu perspectiva. Despierta tu autoeficacia preguntándote: "¿Qué puedo hacer al respecto para marcar la diferencia?".