Por lo general, las personas comienzan a fumar en la adolescencia y continúan el hábito en la edad adulta como una forma de tratar de relajarse o de hacer frente a las presiones de la vida. Las personas que sufren dolor crónico pueden comenzar o continuar fumando porque creen que ayuda a aliviar el estrés y las molestias asociadas a su condición.
Sin embargo, la ironía es que el fumar puede de hecho causar dolor crónico e incluso empeorar la situación. Las investigaciones muestran que el fumar puede causar dolor de espalda baja y artritis reumatoide. Fumar también está vinculado a la prevalencia y severidad de varios tipos de dolor crónico, incluyendo:
- Los dolores de cabeza.
- La fibromialgia (una enfermedad reumática que causa dolor y sensibilidad generalizada en las articulaciones).
- La dispepsia (molestias en la parte superior del abdomen o el pecho).
- Dolor menstrual.
- Dolor en las articulaciones.
- Osteoartritis.
Otro aspecto preocupante es que los fumadores que sufren de dolor crónico tienen menos probabilidades de ser físicamente activos. A medida que el dolor aumenta, tienden a fumar más y hacer menos ejercicio físico. Esto contribuye a un desequilibrio global de la salud física.
La investigación muestra que el éxito en la recuperación a largo plazo se da cuando el dejar de fumar se lleva a cabo en conjunto y de forma integral junto con un tratamiento para el dolor crónico.
El objetivo es siempre ayudar a los pacientes a que tomen el control de sus vidas. Esto no solamente significa convertirse en funcional y estar libre de sustancias adictivas, sino más bien ser una persona activa y saludable capaz de vivir la vida y disfrutar de cada momento.