Sentirse solo a menudo es difícil de sobrellevar ya que
las personas somos por
naturaleza seres sociales. No es de forma gratuita que se afirma que nuestros mejores
momentos van de la mano de las relaciones interpersonales e incluso
existen muchísimos estudios que han puesto de manifiesto que los enfermos que
tienen una buena red de apoyo social son capaces de curarse más rápido y
tener una mejor calidad de vida. Así que, por muy independiente que consiga
ser una persona,
siempre habrá algún momento en el que necesitará del calor humano.
Sin embargo, el hecho de que actualmente las familias tiendan a ser más pequeñas y que la
vida cotidiana nos sobrecargue de roles, suele conllevar que no siempre sea posible
disponer de suficiente tiempo para pasarlo en compañía. De este modo, de forma paulatina,
nos vamos quedando solos o vamos dejando solo a alguien. Es entonces cuando aparece la verdadera soledad. En un caso como este se puede hablar de una
soledad no deseada, que
está muy estrechamente ligada a las emociones negativas y al miedo.
Por citar un caso, se sabe que muchas de las personas que experimentan la
soledad realmente tienen
dificultades en el desempeño de sus habilidades sociales. Como telón de fondo existe el
miedo a compartir con los demás y este miedo les lleva a
retraerse, de forma compulsiva, impidiéndoles establecer relaciones interpersonales ciertamente sólidas.
Igualmente puede evidenciarse la
soledad repentina, causada por la ruptura o por la
muerte de la persona o personas más cercanas.
Finalmente, también existe la
soledad en compañía que hace referencia a pertenecer a
un grupo pero no sentirse parte del mismo porque no se comparten sus
valores y formas de pensar. En estas situaciones las personas se reservan o se guardan para ellos mismos todas
sus ideas y sentimientos, y la situación
puede llegar a resultar realmente muy frustrante.
Cuando se experimenta la soledad no deseada la persona se siente invadida por la sensación de que su vida no es importante y por un sentimiento de miedo
profundo. En
los momentos de soledad hay mucho tiempo para pensar y reflexionar, y a veces
los pensamientos que se llegan a tener no son particularmente positivos por lo que
puede aparecer la depresión e incluso tener ideas suicidas.
Cabe diferenciar entre dos
tipos de soledad:
- La soledad emocional: hace referencia a la falta de una relación profunda
con otra persona que satisfaga las necesidades de afecto y seguridad.
- La soledad social: se refiere a no formar parte de ningún grupo con el cual compartir valores e intereses.
Cómo afrontar la soledad:
- Identificación de la soledad. Conocer qué tipo de soledad se está
atravesando es fundamental para comprender hacia donde dirigir los posteriores pasos.
Debes concretar si te sientes solo porque anhelas tener un amigo
íntimo o una relación amorosa o bien porque no tienes un grupo de amigos
con el cual compartir tus ideas.
- Abrirse al mundo y perder la timidez. Algunas
personas se encuentran solas porque desde siempre han aprendido a refugiarse en la timidez. Sencillamente no se
acercan a las personas y por consiguiente, no tienen ninguna posibilidad de conocer a
nadie con profundidad, cuando en realidad existen muchísimas
personas que agradecerían tener una buena conversación que les alegrase el día.
- Dejar el papel de víctima. Las personas que experimentan la soledad suelen buscar una serie de explicaciones para su estado que no son otra cosa que racionalizaciones.
El hecho de que por mucho tiempo nos hayamos relacionado de una forma no significa
que esa sea la única manera posible de hacerlo ni que debamos continuar
haciéndolo así en un futuro. La posibilidad de cambiar está al alcance siempre que exista una motivación y se tenga determinación.
En cualquier caso, sin que tenga importancia cuál sea el tipo de soledad por la cual se está pasando;
se debe enfrentar como una etapa transitoria de la
vida que puede servir para redescubrirse, reflexionar y cambiar a mejor.
Es posible sentirse bien estando solo.
La soledad no siempre tiene que ser entendida como un estado dañino, hay personas que la
buscan y la valoran positivamente ya que en ella se sienten mejor a la hora de tomar sus más importantes decisiones. En este caso se puede hablar de una
soledad deseada, y por consiguiente, este
estado no se vincula con la tristeza sino que se trata de una decisión
personal.

A menudo elegir la soledad durante algunos periodos de tiempo es algo que
puede llegar a ser bueno ya que nos proporciona tiempo para distanciarnos de las creencias y de los estereotipos que nos rodean y que en muchas ocasiones llegan a determinar
nuestra vida sin que prácticamente nos demos cuenta de ello.
Las etapas de soledad pueden
servir para detenerse y mirar la vida en retrospectiva, aprender del pasado y
planear el futuro.
Estar solo, sin dar explicaciones a nadie, sencillamente disfrutando
de aquellas cosas que más apetecen lejos de las obligaciones diarias
puede ser muy terapéutico y sin duda es un ejercicio que se debería hacer más a menudo, sobre todo en el caso de que se desempeñen
profesiones que resulten estresantes.

